Estaba hace un tiempo en una reunión y se hablaba sobre el período liberal en Guatemala, cuando se implementó desde el Estado una política que favoreció la inmigración europea, especialmente alemana que se estableció principalmente en Cobán, cabecera del departamento de Alta Verapaz.

En ese tiempo también, bajo el pretexto de considerar “tierras ociosas” a importantes extensiones de tierra fértil, se despojó de sus terrenos a gran cantidad de habitantes de los pueblos originarios principalmente q’eqchi’ en esa área del país.

Cobán, Alta Verapaz

Dentro de la conversación alguien dijo: “… y Magda cada vez más hundida en su silla” refiriéndose a mi origen alemán por parte de mi abuela materna. Realmente me quedé muy sorprendida, no sé si era una broma, pero evidentemente iba cargada de una asociación de ideas con un componente despreciativo. Con toda tranquilidad le respondí que mi familia no tenía nada que ver con esa migración en el período liberal.

Me he topado en otras ocasiones con diversas expresiones, recomendaciones, chistes, sopresas porque por mi apariencia hay personas que creen que no soy guatemalteca… y lo soy. Nací en este país. He escuchado cosas como: “qué vas a saber si eres canchita”. “Mirá no es por ofender, pero te recomiendo que cuando vayás a dar ese taller estés muy alerta porque como sos blanquita, canchita y bonita, la gente puede ofenderse con algo que digás si no tenés cuidado”.

“Ahí va la gringa…” Desde eso hasta que alguien con un doctorado me dijera “es que tú sos criolla”, “tu sos de la élite”. He escuchado bajo un tono burlón “esa es la revolución de los blancos” “ya vieron que en esa foto solo había canches”.

Comprendo muy bien la historia de Latinoamérica y la de Guatemala. Entiendo que desde la colonia y con mayor fuerza desde el siglo XIX se instaló un imaginario colonizador que validaba el conocimiento venido de Europa y los rasgos fenotípicos de la blancura como elementos de una supuesta civilización que dejaba fuera todo el profundo saber de los pueblos originarios.

Entiendo muy bien el profundo dolor que a nivel histórico nos ha enfrentado, nos ha matado como sociedad y comprendo también muy bien el largo camino que tenemos que recorrer para superar todo ello y la necesidad de caminar hacia el reconocimiento, el respeto, la interacción verdadera en la diversidad de pensamientos y sentires.

Justamente con la consciencia de todo lo anterior me pregunto cuál es mi ser y estar en esta sociedad porque mi ser profundamente está comprometido con trabajar a partir del arte para construir puentes que permitan dar pasos para sanar como sociedad… pero mi fenotipo no lo puedo cambiar…

Sé que es un tema muy delicado y me atrevo a exponerlo porque creo que necesitamos evolucionar y superar los estigmas del fenotipo como una condición sine quanon que nos hace pertenecer a cierto grupo social, ver el mundo desde cierto patrón ideológico. El clasificarnos así puede ser muy peligroso como país. Ver a una persona solamente desde sus características de pertenencia étnica, fenotípica y física es definitivamente una trampa más para seguir manteniendo los abismos que nos separan.

Reconozco que soy una mujer de clase media, mestiza, que ha tenido el privilegio de estudiar, de desarrollarme hasta donde he podido en lo que más amo, que es el arte. Reconozco que he tenido el privilegio de jamás haber pasado hambre, de haber llegado a tener altos niveles de formación y justamente esto me genera un gran deseo de hacer algo junto a las personas, léase, junto a… que no han tenido tales oportunidades y quizá a nivel muy pequeño lograr transformaciones reales que nos permitan una mejor vida, más libre, más plena.

Todos y todas hemos sido colonizados y condenados a separarnos en guetos mentales: si somos mujeres, hombres, heterosexuales, homosexuales, de determinado grupo social, profesional, económico, si vivimos en los centros urbanos o rurales, si somos morenos, blancos, etc.

Necesitamos abrir los puentes, necesitamos superar las cegueras, necesitamos sanar como sociedad… Espero que haya espacios donde nos podamos encontrar desde lo profundo de nuestras miradas distintas y reconocer nuestras almas, llegar a la esencia que trasciende el pigmento de la piel.