Siempre han llamado mi atención las ancianas curanderas, esas mujeres que parecen detener el tiempo en su vientre, que son como un hogar ambulante o como un árbol de raíces profundas que cobijan con su sabiduría.

Recuerdo un cuento hermoso de Clarissa Pinkola, donde habla de una anciana que vive en el desierto y va recolectando los huesos enterrados de los seres que han muerto. Con paciencia va uniéndolos uno a uno hasta formar de nuevo el esqueleto. Al tenerlo completo, sopla sobre él y poco a poco se va formando una nueva piel. Con su aliento ese ser renace.

Me parece fascinante ese cuento porque esa abuela sabia puede ser nuestro mismo espíritu, esa fuerza capaz de buscar bajo las sombras los pedazos de nuestro interior roto y volver a crear vida dentro, es que la vida siempre insiste en renacer.

De estas ideas nació “Son de Canela”, una canción que evoca a una mujer curandera, que con las hierbas sagradas es capaz de curar el corazón. Ella lleva el son de la canela para dar consuelo a quien lo necesite y mostrar el camino de regreso al hogar, a la propia esencia.

Hay datos de que la canela se conoce hace más de 4,000 años y se cuenta que el ave fénix reunía canela, mirra y espicanardo para formar el fuego en el que renacía.

La canela vigoriza los sentidos dormidos, estimula la creatividad. Eleva el espíritu ante las crisis, ayuda a recuperarse del agotamiento y la depresión.  Tiene también propiedades afrodisíacas.

Hoy quiero llevarte el aroma de ese consuelo interno. Que la canela viaje hasta ti, te abrace y te muestre el camino a tu hogar.